NUESTROS TIPOS DE RELACIÓN.
En nuestra relación con otra persona caben múltiples formas de actuación, que son como indicadores de una actitud hacia ella.
La relación con el otro/a es siempre una “enfrentamiento”, algo que pide una definición: ¿qué significa el otro/a para mí? El hecho de estar presente ante él o ella pide una respuesta: “el otro/a puede ser para mí: un objeto, una persona o un prójimo… Mi libertad, mi voluntad y la del otro/a codeterminan decisivamente la forma específica, el vínculo y el contenido de nuestra relación”.
Mi libertad es la que pone una intención especial en mi mirada, la que impulsa, como dice Laín Entralgo, a mirar a los ojos del otro/a con el deseo de no pasar de su pupila, de lo más superficial, o intentar penetrar en el interior del otro/a, “la mirada al alma” , no con la finalidad de llegar al fondo de lo que el/ella es, sino para contemplar lo que en su alma hay, lo que éste/a es, o, por último “la mirada al fondo del alma”, cuya meta es encontrar el centro personal del otro/a, cuyo centro de emergencia es la propia alma del que la mira”. Es el origen de las miradas “instantes” y “autodonantes” que consideran al otro/a como persona, como un tú con que dialogar, no como mero objeto. No es mirar al otro/a por verle, sino para encontrarme con él/ella de un modo personal.
En el extremo contrario, está la consideración del otro/a como objeto. Para Laín Entralgo, esta relación puede presentarse bajo formas “conflictivas” y bajo formas “dilectivas” (voluntad honesta, amor reflexivo). La mirada puede ser inquisitiva, cuando el “otro/a” es objeto, pero objeto inacabado y por lo tanto abierto, u objetiva, con una intención posesiva, acabada, que satisface al que desde él/ella mismo/a mira porque cree haber captado todos los aspectos de esa otra personalidad.
Finalmente, la mirada puede ser abierta o receptiva, con una intención no posesiva, sino abierta a todo lo que el otro/a sea, haga o diga.
En la relación conflictiva el otro/a se presenta ante mí como obstáculo, como instrumento o como “nadie” que debe satisfacer mis caprichos y necesidades, sin importar lo que piense, sienta, quiera o necesite.
En la relación con formas dilectivas, el otro/a se presenta como sujeto de contemplación o como operación transformadora, lo cual implica mirar objetivamente para captar la situación, o estado de necesidad de la persona que tenemos al frente, para, a partir de ahí, pasar a verle como persona, como alguien capaz de establecer una relación personal.
Naturalmente, esto exige el presupuesto de que la persona posea las condiciones imprescindibles de madurez emocional, social e intelectual que le permita mantener una relación a nivel personal.
¿Con cuál mirada nos miramos a nosotros/as mismos/as? ¿Con cuál mirada salimos al encuentro con la mirada del otro/a y de los otros/as?
Tomado de: Gordillo, A. María Victoria
LA PROGRESIVA REALIZACION PERSONAL
Cada ser humano es una persona irrepetible, única y portadora de una misión que sólo ella puede realizar, por lo tanto los distintos momentos del proceso de desarrollo son vividos de modo diferente por cada persona, según la peculiaridad de cada sujeto.
Al ser la persona un ser libre puede, y debe, hacer uso de su capacidad de elección y decisión, para la configuración de su futuro. Este futuro es, en cierto modo, imprevisible, ya que implica decisiones que no son irrevocables ni permanentes por sí mismas, sino que necesitan su actualización constante.
El logro de la meta, “la realización personal”, no es algo en lo que se desemboque unívocamente por naturaleza, sino que siempre cabe el riesgo de no lograrse. En algunas situaciones de la vida, no se tiene clara la meta a la que se ha de tender, o si se tiene, no se conocen los medios mejores para lograrla, por falta de reflexión o por falta de capacidad para distinguirlos y siempre existe el peligro subjetivo que presenta el considerarlos como eficaces medios o caminos más fáciles y que cuestan menos esfuerzo.
Esta meta personal, por otra parte, no puede ir en contra de los valores objetivos existentes, ya que el ser humano depende de ellos constitutivamente. Su condición de valor objetivo les viene dado de su carácter necesario y universal. Son los que le dan sentido a los valores subjetivos propios de cada persona, los que llenan de significación la tensión y el esfuerzo por el propio mejoramiento personal y social. Por lo tanto el esfuerzo personal debe ser la progresiva conquista de la libertad y responsabilidad. Porque a mayor conciencia de nuestro ser, mayor libertad y a mayor libertad, mayor responsabilidad.
Dentro del proceso de realización personal un factor decisivo es la toma de decisiones, que es un modo concreto de ejercer la libertad. Esto es lo que permite hacer la propia vida, construir y reconstruir el propio sentido de vida, a través de elecciones que van configurando el futuro.
La posibilidad de comportarse y comprometerse con el propio ser, con el presente y el futuro, es una posibilidad que se abre ante todo ser humano. Y, es a la vez un deber, un derecho y una tarea que nadie puede hacer por otro.
Tomado de: Gordillo, A. M
Gracias Rafael Guevara