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El cementerio de Piedradura
Jean-Louis Santini, AFP el 20-08-2008, 07:32 (UTC)
Impresionante hallazgo
El cementerio de Piedradura
Jean-Louis Santini, AFP
Arqueólogos estadounidenses descubrieron por casualidad el mayor cementerio conocido de la edad de piedra en el Sahara, que aporta datos sin precedentes sobre la vida en este desierto durante su periodo húmedo.
Bautizado Gobero, este sitio arqueológico de gran riqueza que se remonta a 10 mil años se sitúa en el desierto del Teneré, en la parte central del Sahara en Níger. Contiene esqueletos humanos y de animales, entre los cuales grandes peces de lago y cocodrilos de gran tamaño.
Ubicado cerca de las márgenes de un antiguo lago, el sitio estaba inmaculado y sin dudas nunca había sido explorado, explicó Paul Sereno, paleontólogo de la Universidad de Chicago (Illinois, norte), que realizó el descubrimiento junto a un equipo de investigadores cuando trabajaban en ese sitio rico en fósiles de dinosaurios.
"Por todos los lugares donde mirábamos había osamentas pertenecientes a animales que no viven en el desierto y entonces me di cuenta que nos habíamos remontado en el tiempo a la época del Sahara verde y húmedo", comentó en un comunicado.
Los científicos pudieron ver decenas de osamentas humanas fosilizadas que se asomaron a la superficie gracias al viento caliente del Sahara, como una mandíbula con casi todos sus dientes y el esqueleto de una pequeña mano que salía de la arena con los huesos de los dedos intactos.
Además de osamentas humanas y de animales, los arqueólogos encontraron puntas de arpones, instrumentos de piedra, fragmentos de alfarería y pequeños objetos decorativos.
En total, unas 200 sepulturas fueron descubiertas en dos sesiones de exploración financiadas en parte por la Fundación estadounidense de National Geographic. El hallazgo es objeto de un artículo en el ejemplar de setiembre de la revista National Geographic.
Los análisis por radiocarbono efectuados en dientes y osamentas, por parte del bio-arqueólogo Chris Stojanowski, de la Universidad de Arizona (sudoeste), permitieron obtener casi 80 dataciones que revelan que estas tumbas contenían a miembros de dos poblaciones biológicamente diferentes separadas por más de un milenio.
La más antigua, los Kiffian, que podían medir hasta 1,80 metros, eran cazadores que colonizaron esta región del Sahara durante su periodo más húmedo hace 10.000 a 8.000 años. Se encontraron indicios de su actividad, como largas varas con arpones.
La otra población, los Tenereen, ocupó el sitio hace 7.000 a 4.500 años, lo que corresponde a la última parte del periodo húmedo del Sahara.
De talla menor, parecían tener actividades más diversas como la pesca, la caza y la cría de animales.
En sus tumbas se descubrieron varias joyas. Los cuerpos hallados estaban dispuestos según ritos particulares, como el esqueleto de una pequeña mujer descansando sobre su costado y de frente a los esqueletos de dos niños pequeños que mantenía abrazados.
Antes de descubrir este tesoro arqueológico, Paul Sereno había reconstituido en esta misma región el esqueleto del Sarcosuchus imperator (cocodrilo emperador), uno de los cocodrilos más grandes del mundo actualmente extinto que reinaba en los ríos africanos del Cretáceo Medio, hace 110 millones de años.
Más recientemente había descubierto el Nigersaurus, dinosaurio herbívoro dotado de una mandíbula con 500 dientes y que vivió en el mismo periodo.
El Sahara, el desierto más grande del planeta con una edad estimada de siete millones de años, fue húmedo durante varios miles de años hace 12.000 años probablemente tras un ligero cambio en la órbita terrestre, combinado a otros factores que provocaron un desplazamiento de los monzones hacia el norte.
¿Por qué nos parece que los chinos son todos iguales?
30noticias el 17-08-2008, 10:22 (UTC)
¿Por qué nos parece que los chinos son todos iguales?
¿Es real su semejanza o se trata sólo de una sensación? La respuesta a esta pregunta ha sido objeto de numerosos trabajos científicos.
Muchos occidentales se han preguntado alguna vez por qué todos los chinos son tan parecidos, y más cuando la atención mundial está depositada en los Juegos Olímpicos de Pekín. Pero, ¿es real su semejanza o se trata sólo de una sensación? La respuesta a esta pregunta ha sido objeto de numerosos trabajos científicos centrados en analizar por qué resulta tan difícil para el occidental diferenciar entre sí a los asiáticos.
Según los estudios realizados hasta el momento, el problema se debe a que los occidentales están poco “entrenados” para diferenciar a los orientales debido a que no suelen convivir con ellos. Además, otros trabajos en curso apuntan a que occidentales y orientales siguen estrategias diferentes a la hora de hacer un reconocimiento facial. Así, mientras que los primeros miran inicialmente a los ojos y después a la boca, los asiáticos miran directamente a la nariz.
Estas investigaciones, que están desarrollando científicos de la Universidad de Glasgow (Reino Unido) dirigidos por el profesor de Psicología Roberto Caldara, se basan en el análisis de movimientos oculares de dos grupos de occidentales y asiáticos. La diferencia en la forma de mirar es un elemento que los científicos no esperaban encontrar, ya que hasta ahora se pensaba que el proceso triangular de visualización del rostro (mirando primero a los ojos y luego a la boca) era común a todos los humanos.
La explicación que los investigadores dan a este hecho se basa en las diferencias culturales. “Los europeos son muy individualistas y los asiáticos son muy colectivistas; ellos toman las decisiones en grupo y no le dan tanta importancia al individuo”, afirma Caldara. Esto –explica el psicólogo– influye en su modo de percibir el mundo, de forma que miran a la nariz porque para ellos es de mala educación mirar a los ojos y porque es el mejor punto para obtener una representación global del rostro.Al estar en el centro de la cara, se puede ver todo al mismo tiempo.“Sin embargo, nosotros los occidentales miramos por partes: primero un ojo, después otro y por último la boca”, afirma el investigador.
“En cualquier caso, lo importante es que este estudio revela que lo que pensábamos que era universal no lo es, por lo que debemos tener cuidado a la hora de generalizar” concluye el psicólogo.
La respuesta que se ha dado hasta ahora al hecho de que, por ejemplo, los europeos no distingan con precisión a los chinos, se conoce como el “efecto de otras razas” (ORE, según sus siglas en inglés). Este efecto se produce porque los rasgos de los asiáticos son muy distintos a los de los occidentales y por eso, al no estar acostumbrados a ellos, éstos no pueden procesar con exactitud sus características faciales.
El efecto ORE es un fenómeno desmostrado empíricamente en numerosas investigaciones y aceptado por los especialistas, y también lo confirman los estudios realizados por el equipo de Roberto Caldara. Pero estos expertos ya habían hecho antes otras investigaciones que desvelaban que el problema de distinción no sólo se produce a causa del ORE, sino también por motivos culturales.
Falta de convivencia
De este modo, sus estudios muestran que las dificultades para reconocer a personas de otras razas se deben más a una falta de convivencia con ellas que a las características físicas. “No diferenciamos a los chinos porque, al no convivir con ellos, no estamos habituados a reconocer a gente con esos rasgos; no estamos entrenados para ello”, asegura Caldara.
Además, el psicólogo puntualiza que aunque un occidental viviera en un barrio chino, seguiría sin distinguirles si no se relaciona con ellos. “Para ello deberían formar parte de nuestro entorno personal, de nuestra vida; deberíamos conocerlos y esforzarnos por distinguir entre uno y otro, pero como normalmente no tenemos esa necesidad de acercamiento, los acabamos metiendo a todos en el mismo saco”, afirma el especialista.
También en torno a la segregación como posible causa del peor reconocimiento físico de gente de otras razas gira un estudio de la Universidad de Miami (EEUU) publicado en la revista de la Asociación para la Ciencia de la Psicología estadounidense. Su conclusión es que “no las reconocemos bien porque tendemos a clasificar a las personas como de nuestro grupo o de fuera de nuestro grupo, según su clase social, aficiones y otros parámetros entre los que se encuentra la raza”.
A juicio de los autores, “con frecuencia las personas dividen el mundo entre nosotros y ellos, es decir, dividen en grupos sociales según su raza, nacionalidad u ocupación”. Por este motivo, los científicos sostienen que los problemas de reconocimiento pueden ocurrir sin necesidad de que las personas sean de distinta raza o tengan un físico diferente, de forma que lo que está en juego es mucho más que una falta de familiaridad con sus rasgos.
Así, al igual que el equipo de Roberto Caldara, los investigadores de la Universidad de Miami defienden que hay un poco del efecto ORE, pero mucho de cultura.
Estereotipo cultural
Por su parte, el psicólogo del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid Guillermo Fouce coincide con lo apuntado en las últimas investigaciones. “No estamos acostumbrados a mirar las diferencias entre chinos igual que no sabríamos diferenciar entre 12 tipos de nieve como hacen los esquimales”, explica el psicólogo.
Por ello tendemos a igualarlos a todos, en un proceso que en psicología se llama de estereotipia. “Es un mecanismo muy común al que recurrimos porque no podemos asimilar toda la información al mismo nivel de espeficidad. Los asiáticos también lo hacen porque ellos también nos perciben iguales a nosotros, y por eso nos engloban dentro del grupo de los occidentales” asegura Fouce.
“Hay un desconocimiento cultural bastante grande porque no es que veamos a todos los chinos iguales, sino que les vemos iguales a ellos, a los coreanos y a los japoneses, incluso también a los africanos”, indica. Por eso –sostiene Fouce– el funcionamiento social lleva a crear estos estereotipos culturales para manejarse mejor. “Lo que está claro es que entre los asiáticos se identifican simplemente por el rostro, y eso demuestra que, evidentemente, los chinos no son iguales”, sentencia el psicólogo.
Robot con cerebro de rata permite estudiar la memoria
Por: Agencia EFE
Un robot que se mueve gracias a un “cerebro” biológico creado a partir de neuronas de rata permitirá a los científicos de la Universidad de Reading (Reino Unido) tener un mejor conocimiento de cómo funciona la memoria y, así, combatir enfermedades como el Alzheimer y el Parkinson.
El robot, desarrollado por un equipo multidisciplinar, es capaz de moverse y evitar obstáculos con las “órdenes” que le da este “cerebro”, sin ningún tipo de ayuda humana o de ordenadores, según anunció esa universidad en un comunicado.
El conglomerado nervioso de ese cerebro, integrado por 300 mil neuronas, se extrajo de la corteza neural de un feto de rata y se trató posteriormente para separar las conexiones entre las neuronas.
Los científicos han colocado las neuronas, procedentes de un cultivo, en un disco integrado por alrededor de sesenta electrodos que captura las señales emitidas por las células, que dirigen los movimientos del robot.
Cada vez que éste se acerca a un objeto, unas señales emitidas por los electrodos se dirigen al “cerebro” y estimulan a las neuronas, que responden enviando la orden de torcer a la derecha o la izquierda para esquivarlo.
El próximo objetivo de los investigadores es conseguir que el robot aprenda, para lo cual utilizarán distintos tipos de señales y, sobre todo, que vaya memorizando y reconozca el entorno.
Según avance el proceso de aprendizaje, los científicos esperan poder analizar cómo se manifiesta la memoria en el “cerebro” del robot cuando éste visite lugares ya conocidos.
Una vez conseguido todo eso, los investigadores bloquearán de forma artificial los recuerdos para recrear los procesos mentales que viven los enfermos de Alzheimer y Parkinson.
El catedrático de la Escuela de Ingeniería y responsable del área de cibernética de la Universidad de Reading, Kevin Warwick, afirmó que este experimento supone un gran avance en el conocimiento de cómo funciona el cerebro y que tendrá aplicaciones en muchas áreas de la ciencia y la medicina.
“El experimento es fascinante, ya que en primer lugar el cerebro biológico controla los movimientos del propio robot y nos permitirá además avanzar en el conocimiento de cómo aprende un cerebro y cómo memoriza sus experiencias”, agregó.
Por su parte, Ben Whalley, de la Escuela de Farmacia, indicó que este proyecto permite estudiar el vínculo entre la actividad individual de las neuronas y los comportamientos complejos de los organismos.
El estudio, que ha sido financiado por el Colegio de Investigación en Ingeniería y Ciencias Físicas del Reino Unido, aparecerá en la edición de la revista “New Scientist” que saldrá publicada el próximo 16 de agosto.
El experimento británico no es el primero en el que se utilizan tejidos vivos para controlar los robots: en 2003, Steve Potter, del Georgia Institute of Technology (EE.UU.), fue pionero en el desarrollo de robots vinculados a tejido neuronal que bautizó con el nombre de “hybrots”, en alusión a su condición de robots híbridos.
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El esfuerzo es 90 veces más dificil de realizar que lo primero.
Casi siempre hacemos, así nos han educado, lo segundo.
Es hora de empezar a trabajar
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